Beethoven: Sinfonía nº1

Notas al programa. Orquesta Sinfónica de Castilla y León, octubre de 2023

L.V. BEETHOVEN (Bonn, 1770- Viena, 1827) 

Sinfonía nº 1 en do mayor, op. 21 

Un mundo de diferencia estilística puede hallarse entre la Sinfonía nº1 y la Heroica de Beethoven, a pesar de que solo tres años las separan. En cuanto hubo realizado dos incursiones en el género sinfónico, el compositor de compositores se dio cuenta de que tanto su temperamento, como su forma de entender el arte, como su misma persona constituían un anacronismo en la época en que le había tocado vivir y crear. Por ese motivo, para encontrar al verdadero Beethoven, emprende un camino divergente en el arte. Al contrario de Haydn, si el sordo de Bonn hubiese nacido cinco décadas antes, al no encajar en los moldes del Clasicismo, posiblemente no habría llegado a ser un compositor destacado.  

Haydn fue un maestro sabio y entrañable para el joven Beethoven. No obstante, este no tardó en darse cuenta de que si aceptaba las enseñanzas de aquel como verdades inmutables no podría desarrollar su creatividad como él la entendía. En el último lustro del siglo XVIII su camino inició un alejamiento respecto a la tradición vienesa, que se tradujo en un estilo perfectamente clásico, pero ciertamente personal en sus sonatas para piano (Patética, 1799). Fue entonces cuando, tras varios intentos infructuosos, decidió que ya había asimilado el estilo clásico orquestal y que debía componer por fin una sinfonía. La Primera de Beethoven responde a la forma y a la estética de Haydn, si bien el viejo maestro comenzó a observar con una mezcla proporcionada de recelo y admiración esos golpes bruscos beethovenianos que incomodaban a los oídos del oyente dieciochesco educado en los usos del Antiguo Régimen.  

La rúbrica anticipada del Beethoven auténtico está en cada compás de la partitura, pero la obra es perfectamente respetuosa con la tradición y conservadora en su factura. Quizá sea el cuarto movimientoel que más deba a la influencia de Haydn, tanto en el sentido humorístico de la introducción, como en la energía y el impulso de un allegro molto, con su desarrollo motívicoprácticamente monotemático a la manera de los finales del viejo maestro. El movimiento inicial abre uno de los más gloriosos ciclos sinfónicos con la clarividencia de su destino: un do mayor que no surge afirmado en un tema, sino con la tensión armónica de una introducción que flirtea con el tono de la dominante (sol mayor) de acuerdo con las leyes clásicas, y que, no obstante, se va a ver arrastrado irremediablemente a la gloriosa tonalidad principal, lo cual simboliza la inexorabilidad del hado del artista, predestinado a afirmarse en genio tras su etapa de aprendizaje.  

El segundo movimiento, andante cantabile, constituye un primer acercamiento musical a la definición sonora de un locus amoenus, a un universo idílico, tranquilo y pleno de confianza. Vio con tal satisfacción el resultado, que la sensación que ofrece la tonalidad de fa mayor va a quedarle grabada como el ambiente perfecto para la expresión bucólica o pastoril. Así, los primeros barruntos de su Sinfonía pastoral en fa mayor se dejan escuchar entre los pentagramas de este segundo movimiento. Con el minueto ocurre algo especial, pues o bien el metrónomo de Beethoven estaba más que estropeado o el compositor comenzaba a intentar burlar la obligatoriedad de incluir, como concesión al gusto de la época, esta danza en la forma sinfonía. El tempo, demasiado ligero para bailarse como un minueto, da lugar a una original disposición de melodías y de acentos que más tarde se reconocerá como un juego, una cosa diferente al minueto, es decir, un scherzo. Y, puesto que el minueto representa al Clasicismo, Beethoven no está cómodo con ello. Ya en su primera sinfonía está investigando para ir cambiándolo por una cosa romántica como es el scherzo.  

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Enrique García Revilla
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