Verdi y Wagner. Centenario en Burgos.

Vidas paralelas, arte convergente. BWV 2013 (BurgosWagnerVerdi)

CAMISETA DISEÑO 2

 Giuseppe Verdi (10 de octubre de 1813-1901)

Richard Wagner (22 de mayo de 1813-1883)

Orquesta Sinfónica de Burgos y coros de la Federación de corales de Burgos.

Director: Javier Castro

Fórum Evolución Burgos. 19 de mayo de 2013. 20:30.

Puedes leer aquí sobre el libro Visita de Richard Wagner a Burgos

    VERDI

Obertura de Nabucco; Gliarredi festivi giù cadano (Nabucco); Preludio de Macbeth; Patria Opressa! (Macbeth);Obertura de la forza del destino; Coro de gitanos (Il Trovatore)

WAGNER

Preludio del Acto I de Lohengrin; Gesegnet soll sie schreiten (Lohengrin); Preludio al acto III de Lohengrin; Treulich gefürth (Lohengrin); Preludio de El Holandés Errante; Coro de peregrinos (Tannhauser)

Notas al programa (Con algunos añadidos que no saldrán en la edición impresa)

El desarrollo de la ópera en la segunda mitad del siglo XIX se produce fundamentalmente en dos vías nacionales, la italiana y la alemana. Dos vías, no obstante, que a pesar de su robustez y la firmeza de su desarrollo, son extremadamente débiles, pues prácticamente no se considera más nombres que los de Verdi y Wagner. Si uno de ellos hubiese fallecido de forma prematura, sencillamente su vía operística nacional se habría cortado. Sin Mozart seguiría habiendo clasicismo y sin Bach también habría barroco, pero ¿sin Verdi? ¿sin Wagner? El vacío resultante, sencillamente, no es concebible.

La orden municipal de cubrir de paja la actual Vía Manzoni para amortiguar el ruido de los carruajes, en torno al hotel Grand et de Milan, en cuya habitación 105 se encontraba agonizando el anciano maestro, sólo puede explicarse desde un afecto popular sincero. Verdi fue un compositor del pueblo y una personalidad pública capaz de acometer una implicación política que excitase la simpatía de todas las facciones del país. Cualquier biografía suya implica una referencia necesaria al marco político que le tocó vivir, especialmente la época del Risorgimento. Los coros de sus óperas Nabucco y Macbeth, a pesar de ser cantados por esclavos hebreos o por exiliados escoceses, se encuentran escritos en italiano e incluyen continuas referencias al anhelo de la patria perdida (O mia patria, si bella e perduta). En ellos encontraba el público de todas las regiones de Italia sus propios himnos nacionales, a falta de un estatus de unidad en la nación. El éxito de Verdi y su aceptación por parte del pueblo llegaron a convertirlo en un símbolo de la lucha por la convergencia identitaria del país, de tal modo que una pintada callejera que indicase Viva Verdi, en realidad escondía un grito a favor de la patria unida bajo un mismo soberano para todos los italianos (en acrósticos: Viva Vittorio Emmanuelle, Re D’Italia). En una iniciativa que otras ciudades sólo pueden observar con admiración, varios de los coros de Burgos y provincia se reúnen para cantar hoy, en torno a la orquesta de su ciudad, aquellos fragmentos que los italianos del siglo XIX, de Lombardía a Calabria, aprendían en corrillos previos a cada representación, con el fin de que el público pudiera cantarlos en el interior del teatro durante la obra.

Antes de alcanzar la gloria, el compositor, con veintiocho años, tras el fracaso de su segunda ópera, Un giorno di regno, y el fallecimiento de sus dos niños, Virginia e Icilio, y de su joven esposa Margarita Barezzi, la hija de su primer protector en su natal Busseto, estuvo tentado de abandonar la música. Nabucco (1842) supuso para Verdi una especie de retorno a la vida, pues su éxito fulminante le abrió el corazón de los italianos, quienes aún consideran el coro de esclavos hebreos como un segundo himno nacional y, fundamentalmente, de la soprano Giuseppina Streponi con quien habría de contraer matrimonio años más tarde. A partir de este año compone prácticamente una ópera cada año hasta 1860, incluyendo la llamada “trilogía popular”: Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore entre 1851 y 1853. De ésta última, el ritmo implacable del Coro de los gitanos, provocado por la presencia del sonoro yunque en la escena, bien pudiera haber inspirado a Wagner en la forja de la espada Nothung por parte de Sigfrido en su Anillo del Nibelungo.

     En 1862 compone La forza del destino, cuya obertura comienza con un guiño beethoveniano consistente en una llamada del destino a la puerta (tres notas) y un pequeño desarrollo motívico al estilo del compositor alemán. La obra continuará con su italianísimo carácter cantabile, pero recurriendo constantemente al anhelo y la ansiedad por la inexorabilidad fatídica de un temido porvenir.

Desde entonces, todas sus óperas serán obras maestras: Macbeth, Aida, Don Carlos, Simon Bocanegra, Otello y Falstaff. Sin duda, su vocación dramática le indujo a volver la mirada a Shakespeare en sus últimas obras, convencido de la importancia de un buen libreto para conseguir que la música fuese algo más que una bonita sucesión de números musicales. En este sentido, se ha dicho siempre que el último Verdi tiende a converger con las ideas wagnerianas del drama musical. El comienzo mismo de Macbeth viene a ser un pequeño leitmotiv de las brujas que ofrecerán su profecía al héroe escocés. En realidad, toda la ópera de la segunda mitad del XIX buscará, en mayor o menor medida, el ideal de la continuidad dramática, desde Berlioz a Tchaikovsky, Janacek, Rimsky Korsakov, etc. (Véase una interesante matización al respecto en el comentario de Josep Olivé, desde Barcelona).

La celebración del segundo centenario del nacimiento de Wagner en Leipzig, ofrece una oportunidad excelente para reivindicar su figura desde un punto de vista temporal más alejado de los acontecimientos que tiznaron su nombre durante el siglo XX. Felizmente, cada vez son menos quienes lo relacionan con el régimen nazi, que, con cierta fortuna se apoderó de su memoria, y también son menos quienes afirman valorar al artista a pesar de odiar al hombre. Cuando el héroe cumple doscientos años, puede aplicársele el apotegma de Terencio de que sólo fue un hombre y que por tanto, ninguna de las debilidades que son propias a la condición humana le fue ajena: No era más antisemita que cualquier alemán no judío del siglo XIX; fue culpable (y reincidente, pues estamos hablando de un romántico) de enamorarse de la esposa de un amigo; padeció las deudas y desahucios económicos… Si estos datos son los que hacen de un artista, incomprendido y perseguido por la mala suerte, una mala persona, quien esté libre de culpa hallará indulgencia al lanzar la primera piedra.

Sobre Wagner se ha dicho tantas y tales cosas, que difícilmente podríamos aportar datos nuevos en unas notas al programa. Su producción musical constituye un inabarcable universo en expansión continua, pues cuanto más se adentra uno en su estudio, más lejano vislumbra el día en que pueda alcanzar su total comprensión. Las tres obras incluidas en el presente programa, aún pueden ser consideradas óperas y no dramas musicales, denominación que adquieren las partituras posteriores a Lohengrin (1848), en función de una subordinación de música y drama como artes individuales, a un tipo de arte para el porvenir, más poderoso, resultante de la unión proporcionada de ambos. De este modo, el libreto de El Holandés (El buque fantasma) es ya un verdadero poema, en el que expone la superación del pensamiento pesimista de Schopenhauer, a través de la idea de la redención por amor, que permite a Senta y al Holandés encontrarse después de la muerte. La obertura de esta ópera romántica, que alguien definió como un verdadero poema del mar, incluye fragmentos significativos que aparecerán durante la ópera, como la hermosa balada de Senta, confiada al memorable solo de corno inglés y oboe, o el célebre coro de marineros, todo ello enmarcado en ese mar tempestuoso, tan bien representado musicalmente por los violentos vaivenes cromáticos de la orquesta. La alegoría de la peregrinación en Tannhäuser representa también la idea de la redención, a través del triunfo del amor divino frente a la voluptuosidad de Venus. Los peregrinos ancianos, tras largo viaje, muestran su júbilo al regresar a la patria; elevan su canto de acción de gracias (a Él elevo mi canto, exclaman en la entrada del brillante dibujo de las cuerdas); y entonan el Aleluya más célebre del siglo XIX. La primera obra wagneriana de madurez (que para algunos será Rienzi y para otros Tristán) narra, en torno al ciclo artúrico, la leyenda de un misterioso caballero que surge de la niebla en una balsa gobernada por un cisne blanco. Hasta el final de la ópera, los personajes no saben que se trata del hijo de Parsifal, cuyo nombre es Lohengrin, y que procede de un lejano lugar donde desde tiempos inmemoriales custodia junto a otros caballeros el Santo Grial.

La proyección autobiográfica del presente trío de óperas wagnerianas se produce en la valoración de la virtud de la fidelidad en la mujer. Esta es la cualidad moral que más aprecia tanto en Senta como en Elsa (Lohengrin), del mismo modo que en sus esposas, Minna y Cosima Liszt, en cuya figura alcanza la novela vital de Wagner su redención por amor. Ésta le ofreció fidelidad y una entrega total; se prestó a escribir al dictado la extensa autobiografía de su marido (Mi vida, Turner, traducida al español por Ángel Fernando Mayo), le sobrevivió cuatro décadas, estableció el festival de Bayreuth, y le dio tres hijos (Isolde, Eva y Siegfried). La obertura de Lohengrin, de atmósfera tan transparente como misteriosa al mismo tiempo, parece mostrar una estructura perfectamente narrativa de acuerdo con los preceptos aristotélicos de planteamiento, nudo y desenlace. No obstante, esta forma aparentemente cerrada y completa en sí misma, no alcanza su significado hasta el mencionado relato del final de la ópera, en que el héroe narra su historia (In fernem Land) —In fernem Land es también el nombre de un blog amigo, lleno de ópera— sobre los acordes de la obertura y vuelve a desaparecer en la niebla. Es entonces cuando el oyente alcanza a desvelar el misterio de esta música que, mientras la ciencia no presente pruebas fehacientes en contra, defenderemos con empeño como la verdadera representación de la armonía de las esferas. —También Charles Chaplin pensó en esferas con esta música—. Los coros de Lohengrin constituyen un generoso cebo para que cualquier aficionado a la música que aún desconozca el universo wagneriano, pierda el miedo a aproximarse a una música que, sin duda, ha de sorprender de manera especialmente agradable a aquellos oyentes que tengan la suerte de ser primerizos en este tema. Con fruición puede uno reconocer la mirada de Brahms sobre el coro procesional de Elsa (Gesegnet soll…) buscando inspiración para su Requiem alemán, o redescubrir la delicadeza del coro nupcial Treulich gefürth, libre de la frivolidad con que se lo trata en medio mundo.

 ©2013 Enrique García Revilla

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Enrique García Revilla
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16 Responses to Verdi y Wagner. Centenario en Burgos.

  1. José Luis says:

    Genial este BWV, he disfrutado y aprendido mucho leyéndolo y tendré que volver con calma. Y lo de Lotario y la morcilla, de traca. Soy devoto de la de Leon, pero una buena morcilla de arroz de Burgos cae muy raras veces y merece una misa!

    De Verdi me pediría el “Sire, no, l’ora estrema” de los diputados del Don Carlo, aunque harían falta algunos solistas 😉 pero como quiero ganar la morcilla, digo que será el Va pensiero. Y si es orquestal, el preludio de La traviata, aunque el peligro es que luego os pidan el Libiamo.
    De Wagner, como ni el preludio del primer acto ni el del tercero de Tristan los veo para una propina, pues la obertura de Los Maestros Cantores, que es cortita 🙂 Y con coro, ya puestos con Lohengrin, la marcha nupcial sería un puntazo, a ver si la oimos en condiciones. 🙂

  2. Gracias por tu comentario. Creo que enviaré la morcilla a Barcelona. De todos modos, entre Burgos y León (primos hermanos bien avenidos) hablamos de todo menos de morcilla, para no discutir sobre cuál es mejor. No te digo más, que en una época oscura, a los niños se les enseñaba Wagner con la siguiente historia: En el fondo del Arlanzón, tres ondinas (Doña Jimena, Flora y Gamonal) custodian una morcilla, hasta que un leonés consigue robarla, pues sabe que quien la posea conseguirá dominar la construcción del gótico flamígero…
    Y como siempre hay alguien que va a pensar mal: Es todo una broma, como el traje nuevo del emperador, sólo aquéllos sin sentido del humor verán mala intención en este comentario.

  3. Josep Olivé says:

    De momento no ha contestado ningún verdiano protestando por no incluir a las obras de la trilogía popular como obras maestras. Es decir, además de populares, maestras. Y que conste que las que citas desde luego lo son. Como también podría entrar en la lista “Les vêspres siciliennes/I vespri siciliani” (más de uno la votaría) y bastantes más añadirían “Un ballo in maschera”. Y así como Simon Boccanegra no empezó siendo una obra maestra en 1857, acabó siéndolo en su revisión de 1881 y yo la tengo entre mis preferidas, a pesar de su libreto. No es el caso de Macbeth, que ya fue obra maestra desde el momento que fue concebida en 1847, auténtica “rara avis” del conjunto de óperas de galeras”, que así las llamó a todas aquellas que van desde 1844 (“I due foscari”) hasta 1849 (“Luisa Miller”). El Macbeth que viene después de “La forza del destino” (primera versión de San Petersburgo de 1862) es su versión francesa, con ballet “comme il faut”. Y óperas algo más que maestras, porque en su conjunto son absolutamente redondas y yo diría que perfectas, para mi, “Otello” y “Falstaff”, en las que siempre he observado menos Wagner del que se dice, y más verismo en la primera, y más comedia en la segunda. Ambas maestras, con mayúsculas, y con un trio creador impresionante: Verdi-Boito-Shakespeare.

    Tampoco veo que alza la voz y suelta improperios ningún wagneriano de pro después de haber leido que su venerado maestro se ha servido del yunque de un gitano de la competencia (Verdi) para templar la espada de su sagrado héroe, o cuando ha leido que la otra competencia, más iracunda aún y cercana (Brahms), ha osado poner sus oidos sobre un coro de Lohengrin para utilizarlo a conveniencia.

    Tampoco nadie se ha rasgado las vestiduras a propósito de lo escrito sobre la parte humana de Wagner. Y si, es verdad, y todo un acierto, lo que citas respecto de su personalidad. Hoy día se utiliza la palabra nazismo con una facilidad que aterra, y precisamente las personas que más ignoran el alcance artístico de Wagner (o sea, ignorantes) son las más atrevidas a la hora de emparentarlo con tan atroz corriente política. También creo acertado separar, de una vez por todas, la magnitud artística de Wagner de su enfermizo egocentrismo y de su falta de escrúpulos. Bien es cierto que no era ningun angelito, que podía haberse ahorrado escritos sobre antisemitismo llenos de aberraciones, pero tampoco yo lo tildaría con ese tan abstracto, tan impreciso, tan poco consistente calificativo de “mala persona”. También, también son los más ignorantes, los mismos de antes, quienes pontifican de esta manera. Wagner, creo yo, tuvo sus grandezas y sus miserias. Las primeras bien evidentes: las de todo artista que alcanza con supremo esfuerzo sus metas. Las segundas: todas las de su tiempo, amplificadas por su personalidad, a todas luces excesiba en todo, o casi todo.

    Y es que yo creo que, en definitiva, la lucha Verdi-Wagner ya es del todo anacrónica y esta totalmente fuera de lugar. Podemos disfrutar de ambos en la misma medida que disfutamos de otros grandes…Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Mahler…y Berlioz, por supuesto. Y muchos más. Y después de tal aseveración, un tanto de perogrullo, ya no me queda otra cosa que agradecer el esfuerzo de síntesis que ha realizado sobre estas dos figuras descomunales. No es nada fácil. Lectura didáctica, amena prosa. Todo un lujo.

  4. ¡Hola Josep! (De tú, ¿verdad?) Tanto tu incorporación a estas Soirées, como la de José Luis, a través del cual os he conocido a todos, dan un lustre especial al blog y os lo agradezco de veras. Sí, peco de dejarme llevar por quienes en Otello ven más Wagner que Verismo: Estupenda puntualización que tendré en cuenta en adelante. Me encanta que Verdi-Boito-Shakespeare sea un verdadero trío creador (un poco desigual, no nos engañemos, aunque simétricamente expresado). Me mondo con el gitano de la competencia, dándole al yunque, como el gran héroe germánico ¡! Me reafirmo en que esa mala calaña de musicólogos y (aún peores) críticos musicales, de los que soy especimen, han hecho mucho daño a la música: el caso Hanslick, por ver en Brahms y Wagner ¡dos corrientes antagónicas! por la simpleza de que uno representa el formalismo instrumental y el otro el drama, como si su lenguaje musical, indudablemente personal e irrepetible en cada caso, no tuviese nada que ver el del uno con el del otro. Respecto al problema con la personalidad de Wagner, a José Luis le gustó cuando le dije una vez, que cada cual puede defender una opinión, sea cual sea, que seguro que encontrará alguien superinstruído que piensa lo mismo. Sobre El judaísmo en música, es un panfletillo breve escrito en una fecha determinada. No paro de encontrar testimonios en sus escritos que demuestran que ese pensamiento antisemita no duró toda su vida, sino que fue producto de una época exacerbada y que más tarde se fue atenuando. Y ¿qué decir de la trilogía popular? A mí me gustan tanto que, o bien soy fácil de conformar, o bien, son también obras maestras. Me quedo con Il trovatore… es broma, con La Traviata, por descontado… o tal vez con Rigoletto ¿?
    Un saludo.
    Enrique.

    • Josep Olivé says:

      Incluso yo creo que con el judaismo fue mucho peor su prole (parte de ella, no toda) que él mismo. Bien lo detalla “El caso Wagner” de Jonathan Carr. Conocida es la veneración que tenía por Hermann Levi (y otros músicos judios), director del estreno de Parsifal. De rodillas se puso Wagner para que dirigiera su última magna obra en Bayreuth en 1882. ¿Lo puedes creer?¿De rodillas todo un Wagner?¿Y ante un judio? Pués así fué cuando Levi amenazó de marcharse de Bayreuth.

      Pero bueno, mi entrada ahora es para participar en el concurso del Oro del Arlanzón, lo que pasa es que JL me ha pisado algunas de muy claras que yo tenia, como el preludio de La Traviata o el “Va pensiero”. Habiendo coros durante el concierto va a caer seguro este último. Eso por parte de Verdi, y por parte de Wagner ya es más dificil, pero caramba, también la marcha nupcial de Lohengrin es muy atractiva para cerrar este concierto, o también os podriais decantar por un solemne “Whaf auf” de los Maestros, pero lo creo mucho menos probable por ser más complejo sacarla de contexto. Así que si acertamos envia ración doble que ya hablaré con JL.

      • Me anoto en la agenda el hacerme con: J.Carr: Ese caso Nietzsche, para este verano.
        Sobre el caso Morcillae Burgensis, habrá para todos. No era muy difícil. Alquilaré una furgoneta cuando vaya a ver La Walkiria, o L’enfance du Christ (Angels ya me lo ha chivado) o esos Troyanos que nunca llegan.. Con todo, ambos habéis apuntado a una obra por la que confieso debilidad: Los Maestros Cantores, que fue, además mi primera wagneriada en directo, con un judío macanudo dirigiendo a ritmo de tango, hacia el año 2000. http://www.youtube.com/watch?v=Jcc-qoSJQsQ

  5. kalamar says:

    Muy buena y diferente introducción.
    Apuesto por el va penseiro y la boda de Lohengrin, que son populares y de final algo verdiano, que acabe con el chimpón de rigor, Una gloria a egipto?. Como no soy muy morcillera, la próxima me pido unos cochinillos de asador como manda Dios.

  6. ¡Va pensiero! …y Pensiero no tuvo más remedio que ir. Creo que está bastante claro. Y que quede claro que yo no he dicho nada, no me vaya a agarrar por banda Herr Direktor.
    ¡Caramba! ¡Cochinillo! 😉 Perdona que en la respuesta anterior al comentario de Josep Olivé, cité a Angels y quería decir Kalamar. De todas formas, todo queda en http://anchaesmicasa.wordpress.com/ , casa. Gracias por tu valoración.

  7. F.R.I. says:

    hola, enrique-
    tengo un problema músico-gástrico y es que me encanta verdi pero la morcilla de burgos…ni te digo.
    también es para chuparse los dedos la que se hace en cantabria.
    ¡aupa racing! y ¡hala madrid!

    • Entre Verdi y la morcilla anda la cosa: Ya Galdós escribió en realidad (se lo modificaron los de una marca de cigarrillos): A la izquierda de la boca de la ría había una serie de rocas con la forma de una morcilla y de aquí le vino el nombre dado a todo el arrecife. Un abrazo, tío, y gracias por pasarte por aquí. Algún día hablaré de tu intercambio de puros con Giuseppe Di Stefano.

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  10. Regí says:

    Muy interesantes los comentarios. Quisiera hacer unas puntualizaciones.
    Enrique, Wagner leyó “El mundo como voluntad y representación” en 1854, dos años después de acabar el libreto del Anillo. Estaba en la composición de la música. La primera obra que compone tras su “conversión” schopenhaueriana es “Tristán e Isolda”. “El Holandés” es anterior a este filósofo pesimista. El primer Wagner es seguidor de Feuerbach que – entre otras cosas- preconiza el optimista evangelio de la felicidad en la tierra”.

    Sobre el Wagner persona se ha dicho tanto malo – no aquí, sino en otros sitios – que parece una caricatura. Como persona tuvo sus defectos, pero también sus cosas positivas, que no suelen decirse. Participó en la revolución de Dresde de 1849 movido por un ideal y jugándoselo todo por ello. Era maestro de capilla de la corte; un empleo de caràcter vitalicio, es decir, tenía la vida asegurada y se pone a fabricar bombas, arengar a las multitudes y plantar cara a las tropas prusianas y sajones. Esto demuestras que no era tan “egoísta” como se nos quiere hacer ceer.

    Cuando se separó de su primera mujer, Minna Planer, los rumores decían que la dejó tirada y se despreocupó de su bienestar. Es falso. La misma Minna negó los embustes ante la prensa. Wagner siempre le envió dinero para que pudiera vivir cómodamente..

    Megalómano. Wagner tenía un ideal artístico y dedicó su vida en ello. Gracias a este empeño y fe nos ha legado una obra grandiosa, sin precedentes, aunque necesitara el apoyo de un rey; por lo que fue tachado de “aprovechado”, y “convinenciero”. El pobre Berlioz no pudo cumplir sus sueños por falta de un mecenas de este calibre.

    Nadie se fija en otros compositores. Beethoven, adorado por Wagner, es un caso muy similar al de Wagner. Consiguió una obra grandiosa y se convirtió en el referente dela posteridad: Brahms, Berlioz, el mismo Wagner y tantos otros. Como persona, tenía sus defectos. Era huraño, misántropo, megalómano, pedigüeño, avariento…. y no tenía ningún reparo en admitir mecenas aristocráticos cuando les odiaba como clase debido a sus ideas revolucionarias. Nadie se refiere jamás al Beethoven-hombre, como hacen con Wagner..

    Amoríos y adulterios. Los de Wagner los sabemos de memoria. No se suele citar a Liszt, que tuvo varias amantes, una de ellas una aristócrata francesa casada con la que tuvo varios hijos, uno de ellos Cósima, que acabaría siendo primero amante adulterina de Wagner y, después, su esposa. El paralelismo entre el húngaro y el alemán es evidente. Nadie habla de los asuntos de faldas de Liszt, que como Beethoven, eran aficionados a cortejar féminas de sangre azul.

    Pedigüeño y amante del lujo. Eso se dice de Wagner, pero fijarse que Mozart hacía lo mismo, ya que llevaba un tren de vida que no podía costear.

    Y si Wagner era antisemita, Beethoven, Liszt y muchos otros, también lo eran. Si Hitler no hubiera existido, nadie sabría que Wagner era antisemita porque era lo usual en esa época como también lo era en España durante el Siglo de Oro. Cervantes, Quevedo Lope de Vega, Calderón de la Barca y todos los demás eran antisemitas. La excepción es Góngora, descendiente de judíos conversos y martirizado por Quevedo por ello. Recomiendo la lectura de “Execración de los judíos” de Quevedo, donde propone el exterminio de los descendientes de los judíos conversos. En Internet se puede encontar. Nadie dice nada de esto.

    Saludos.

    Rex.

    rexvalrex@hotmail.com

    PD. La disputa Brahms / Wagner avivada por el crítico Hanslick, autor de un escrito titulado “Lo bello en la música”, donde ataca a Wagner sin piedad, fue superada por Schönberg, ya que supone la integración de ambas corrientes.

  11. Gracias, Rex. A pesar de estar tocado por la genialidad como pocos hombres lo han estado, me gusta pensar que también fue humano, ni bueno ni malo (la vida no es un cuento de hadas), ni un santo ni un villano, sino un hombre, como tú y como yo (¿Recuerdas? Ein Mensch wie du, como decía Papageno). La relación que realizas, la reutilizaré, si me das tu permiso, para una próxima entrada en mi blog. ¡Bienvenido! (aunque me temo que este pequeño blog en seguida se te quedará… eso, pequeño).

    • Regí says:

      Encantado de que te sea de interés mi intervención. Ya me muero de ganas de leer tu próxima entrada. Y de quedarse pequeño, nada, que yo no soy más que un aficionado al que el tema Wagner le engancha mucho.

      Me molestan dos posturas: la de los “wagnernazi”, que dice un amigo, para los que Wagner es un dios que “caga mármol” parafraseando a Amadeus, sin mácula y perfecto. En este grupo están también los wagnerianos fanáticos que, sin ser nazis, no consienten que se haga la más mínima crítica negativa a Wagner and family.

      También me producen rechazo los que aman la música de Wagner y rechazan al Wagner-persona atribuyéndole toda clase de negatividades y defectos. Un auténtico demomio. Mas o menos: un genio como músico, un demonio como persona.

      Muchas gracias por tu atención.

      Rex

  12. Coincidimos en todo, entonces. Salvo que en wagnerismo no llego al nivel principiante.
    Saludos.

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